Mis pies son mi sustento…
Hace 4 millones de años el hombre adoptó la posición erguida y comenzó a andar; este transitar por diferentes tipos de suelo y clima lo llevaron a proteger su cuerpo y pies con pieles y fibras vegetales. Con el paso del tiempo fue utilizando materiales de mayor calidad como el cuero y fibras vegetales provistas de mayor firmeza que sujetaba al pie con tiras de albardín. A partir de este primer «zapato» que se parecía más a una sandalia podemos hablar del nacimiento del concepto calzado. Éste fue evolucionando conforme el ser humano desarrollaba su inteligencia y aumentaban sus necesidades, adquiriendo además otras finalidades que distaban de la de protección y resguardo del pie y que respondían tanto a cuestiones de índole social como estética
El calzado se utilizó con fines de protección y de seguridad; actualmente el calzado es parte de la indumentaria. Se clasifican en: zapatos, zapatillas, sandalias, botas o deportivas. Se seleccionan de acuerdo a la función que se desee, hay zapatos de baile, deportivos, (cada tipo de baile o actividad deportiva requiere un calzado especial y diferente) de vestir, de descanso, de seguridad, de protección y de trabajo.
Es importante que desde infantes hasta la edad adulta tengamos cuidado del tipo de zapato que vamos a utilizar. En el desarrollo del pie, al nacimiento el pie está sin configurar y los arcos no son perceptibles; solamente cuando el niño ha adoptado la posición erguida comienzan a hacerse visibles estos arcos, especialmente el longitudinal, como consecuencia de los esfuerzos derivados de soportar el peso del cuerpo y de caminar. Durante los primeros años de vida el pie se encuentra en pleno proceso de formación, al principio es una estructura muy flexible que no ha desarrollado la fortaleza suficiente, por lo que cualquier tensión anormal ejercida sobre el pie puede conducir consecuencias negativas. El pie del adulto se puede definir como una bóveda sostenida por tres arcos. Aunque el peso del cuerpo se distribuye entre la parte delantera del pie y el talón, en posición vertical la carga principal la soporta el talón y equivale a más de la mitad del peso del cuerpo. Así se entiende que cuando el peso se concentra en medio centímetro cuadrado de tacón de aguja, éste se entierre en el suelo. A medida que elevamos el talón mediante el uso de tacones, la distribución del peso cambia y cuanto más alto es el tacón, más se carga la zona delantera del pie. Con tacones cercanos a 10 cm prácticamente casi todo el peso del cuerpo se ejerce sobre los dedos del pie. Al comprar el calzado hay que seleccionarlo de acuerdo al tipo de pie: en el pie griego, el segundo dedo es el más largo, y el tercero prácticamente mide lo mismo, el cuarto y el quinto dedos son más pequeños. En este tipo de pie las cargas se distribuyen mejor sobre el antepié. Pie cuadrado, los dedos son casi todos iguales y están a la misma altura. Pie egipcio, el dedo gordo es el más largo y los otros le siguen por tamaño y orden decreciente; es el tipo de pie más susceptible, ya que se sobrecarga más con el calzado y predispone al hallux valgus y hallux rigidus, no se recomienda el uso de tacones altos y puntas afiladas
No olvidar al grupo de personas que son de alto riesgo como son los pacientes diabéticos, artríticos, post-fracturados de pie y tobillo, deformidades congénitas del pie, pies neuropáticos misceláneos y personas de la tercera edad que requieren zapatos con prescripción especializada e individualizada. Los riesgos de salud vinculados al calzado con excesivo tacón, hormas demasiado estrechas o puntas adelgazadas que a la larga pueden provocar lesiones irreparables como son deformidades, simplemente el 90% de las patologías del pie provienen del uso inadecuado de un zapato sobre todo las mujeres. Finalmente, antes de comprar unos zapatos conviene recordar que es mejor probárselos al final de la jornada, cuando el pie ya tiene la máxima dimensión de longitud y volumen. Un calzado adecuado nos debe permitir mover los dedos en su interior, tiene que tener un dedo de espacio por delante, el ancho debe ser el de nuestros hallux valgus y el talón debe quedar confortable y no apretado. No es conveniente llevar zapatos altos ni planos, sino de una altura media. Si el calzado es para una persona mayor, es conveniente que tenga suelas antideslizantes y que tenga una buena sujeción, de ser posible con cordones.
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